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¡Qué gusto estar malita un día de lluvia como hoy que invita al recogimiento!

Desde que mi médico homeópata hace unos años me dijo que el resfriado servía para desintoxicar el organismo, lo llevo mucho mejor.

Además, hoy es un día ideal para hacer el balance del 2016. Seguramente estoy limpiando el estrés y las situaciones difíciles vividas a lo largo del año, que ha sido muy intenso y ha dado mucho de sí. Un poco como estos últimos años de mi vida, solo que tengo la impresión de que las vivencias se intensifican con la edad y reconozco que este año ha sido especialmente intenso.

El 2016 lo empecé preparando el lanzamiento de mi nueva web y el de mi e-book,  “9 Cuentos para ser la Protagonista de tu Vida”, mientras organizaba el concurso nacional de oratoria de Toastmasters.

Además, acepté formar parte de un nuevo proyecto de dirección de la Escuela de Arte y Superior de Diseño, donde trabajo.

Sin olvidarme del gran reto personal que ha sido conseguir que el Dr. Cavadas opere a mi hijo Pablo.

Como dice una amiga mía: “Me da vértigo sólo de oírte.”, ahora que lo escribo, a mí también.

He de confesar, que a partir del 1 de julio que empecé como vicedirectora del centro, el año se ha vuelto mas intenso, si cabe, y supongo que fruto de ese acelere, aquí estoy yo, en modo contemplativo, haciendo un balance del mismo y dispuesta a introducir áreas de mejora para el año que viene.

Lo primero es repasar aquello que quiero dejar atrás, en plan limpieza general, para deshacerme de lo que ya no me sirve y dejar sitio a lo nuevo.

Entre las cosas que quiero dejar atrás, además de alguna que otra prenda de vestir que ya no me favorece, es la multitarea, esa gran aliada durante tantos años, en los que compaginaba trabajo, casa, niños, vida…, pero que ahora puedo dejar atrás perfectamente, como dice el refrán: “Aprendiz de mucho, maestro de nada.”

Con este buen propósito para el 2017, voy a seguir meditando qué quiero que entre en mi vida.

Mientras escribo estas líneas, se produce un interesante debate entre mi cuerpo y mi mente. Todo porque esta noche hay una fiesta de baile a la que me hacía mucha ilusión asistir. Mi mente quiere bailar y mi cuerpo pide cama, y yo aquí en medio, negociando. La negociación se endurece porque otra parte de mi cuerpo, las piernas, se alían con la mente. Llevan dos días de parón y no entienden que la cabeza, nariz, garganta y pulmones, les estén boicoteando, con las ganas que tienen de bailar. Aquí tengo que intervenir yo, cargada de paciencia y prometer a las piernas que en cuanto se recupere el resto del cuerpo, van a tener su dosis de baile.

El resto del cuerpo se relaja, no así la mente que continúa con su run run (no del verbo correr en inglés).

Esta vez hago una respiración profunda e intento conectar con la causa de este malestar. Me doy cuenta de que lo que mi presumida mente quiere, es estrenar el disfraz que me había comprado para la ocasión (vaya por Dios). Una vez que le aseguro que lo estrenaré en la primera ocasión que tenga, y le doy varias alternativas razonables, cesa el run run.

Vuelvo a hacer una respiración profunda y noto como vuelve a reinar la armonía entre mi cuerpo y mi mente.

Ha sido una dura negociación, pero por fin puedo volver a mi vida contemplativa. Pienso que eso de la vida contemplativa lo tengo que hace más a menudo, y decido dedicar el resto del día a ello, con lo que los propósitos para el 2017, los voy a dejar para la cita anual que tengo conmigo misma antes de que acabe el año, que ya estaré de vacaciones.

Es un ritual que me encanta y del que os mantendré informados.